Capítulo 01: El Sobre
La relación que existía entre los participantes de aquella velada no era difícil de entender, hay que decir que no eran amigos de toda la vida, que eran de esos que se conocen en el camino, cuado se emprenden nuevas rutas. Pamela, Renata y él se habían conocimos en la Universidad, eran compañeros de curso de primer año. Sin embargo, los tres estábamos destinados a abandonar lo que habíamos comenzado. Por inmadurez y la nula experiencia que tiene un chico de 18 ños frente a decisiones tan importantes como lo que se quiere ser para toda la vida en términos laborales, el trío de amigos se equivocó por completo en lo que deseaba estudiar y terminaron echándolos a los tres. Fue en esos pocos meses que duramos en la universidad en que Pamela nos presentó a Gaia, una estudiante de filosofía de su edad que era su mejor amiga desde el colegio. Junto a ella y tomada del brazo siempre andaba Andy, el frágil y sexy chico que siempre le había atraído.
Engancharon de inmediato entre los cinco porque principalmente compartían los gustos musicales, preferían la noche y, muy internamente, compartían un ideal de completa libertad, una tolerancia absoluta y un oculto deseo de vivir situaciones que a muchos no se les pasan por la cabeza.
Alfredo aparecío con Pamela en nuestra primera reunión, habían sido sus respectivos primeros amantes, pero ahora eran solo grandes amigos. Estudiaba periodismo y era vendedor en una tienda de ropa para caballeros; en la cuál más de una vez, cuando le tocaba el turno que debía cerrar la tienda se ibamos a celebrar lo que fuese entre los ternos, las camisas y las corbatas.
La química que existía entre Andy y él nunca había pasado más allá que unos besos locos, como les gustaba llamarlos, dados en los pasillos de la casa cada vez que se topaban en ellos. Miraban a ambos lados como si quisieran que nadie nos viera y apasionadamente juguteaban con sus lenguas mientras las manos aprovechaban de apretar los cuerpos y cargarlos sobre la pared. El tiempo no pasaba en esos instantes, se gustaban, nadie diría nada porque nadie nos vería y la verdes es que a nadie le interesaba mucho. Sin embargo, dentro de sus cabezas siempre quisieron poder besarse en cualquier lugar. Eso era lo especial entre ellos, era como tener una relación prohibida que nadie les prohibía. Quizás esa era la gracia de todo, lo que llenaba de emoción a sus juegos de pasillo.
El alcohol era más de lo que muchos de ellos podían resistir en sus cuerpos y Retana ya dormía en una de las piezas de invitados y Pamela dormitaba sobre el sofá de la sala. Todo era como siempre, Gaia semi borracha, Alfredo intentaba convencer a la amiga de turno, en ese caso Sofía y los dos amantes jugando por los pasillos. A pesar de la normalidad etílica que llenaba el ambiente, algo estaba diferente: Miguel, del que nadie sabía nada desde hace mucho tiempo.
Estaban besándose con Andy, ocultos en el baño, cuando derrepente golpean la puerta, era Alfredo quién ya no aguantaba las ganas de orinar.
-Benja, ábreme la puerta que estoy que me meo- dijo -Apurate po' weon- continuó con desesperación por lo que mientras los jóvenes se besaban sonrieron por lo gracioso que sonaba.
- Anda a mear al patio- le dijo, trantando de concentrarme en lo que en ese momento le importaba. Estaban exitados, hace un rato ya que Andy le tocaba y Bejamín ya quería que otras cosas pasaran entre ambos. Su pantalón habia sido desabrochado con manos hábiles.
-Hueon!! porfa... abre la puerta-. Continuó Alfredo sin embargo el sólo hecho de pensar en otra cosa aparte de lo que hacía le daba lata, quería seguir en lo que estaba.
-Estamos ocupados- dijo Andy apoyando completamente su cuerpo sobre el de su amigo.
-Ya po', no sean maricones, ábran la puerta, déjenme mear y no los weveo más- insistía Alfredo parado en el pasillo.
Queriendo estar tranquilos y que el insistente de su amigo los dejara de molestar Andy se apartó y abrió la puerta. Alfredo entró rápidamente, ya con el pantalón desabrochado. Sabía que le abrirían la puerta, quizás lo harín sufrir un poco, pero sabía que al final cederían.
-Sigan en lo que estaban- dijo mientras lo miraba. Apoyado detras de la puerta mientras Andy esperaba con la manilla de la puerta abierta lista para cerrarla cuando Anfredo se fuera.
-No, termina tranquilo, nosostros te esperamos- le dijo mientras miraba a Andy con deseos que esta interrupción no hiciera que su juego se acabara. Miró su pantalón y sonrió, había algo ahí que le decía que seguirían en lo que estában.
-Oye Benja, ¿has visto al Miguel?- le dijo Alfredo.
-No, hace rato que no se de él. La Ga debe estar comiéndoselo por ahí.- le dijo.
-No, no está con ella- dijo el estudiante de periodismo -Recién la vi, y esta bailando sola- continúo.
-Entonces no sabemos- terminó diciendo su amigo-amante.
Alfredo terminó de orinar, al parecer tenía la vejiga realmente llena por el tiempo que se demoró y mientras se lavaba las manos y miraba una pequeña cicatriz que tenía en sus labios a causa de un mordizco usado como defensa le dijo:
- Puedes ayudarme a buscarlo, esta huea de casa es grande, y quiero irme rápido--¿Irte?- le dijo.
-¿Porqué? ¿qué huea pasó?.
-Me funé- dijo Alfredo con una voz muy convincente.-¿Y la Sofía? ¿no pasó na'? -dijo.
-Osea si, pero la mina es entera fome, ni lo manosea bien- le dijo tratando de que su voz se oyera con suficiente testosterona para dejarles en claro su heterosexualidad.
-Si quieres yo puedo hacer algo para que te quedes- dijo Andy mientras continuaba afirmando la puerta. -Pregúntale al Benja como lo hago. Míralo, su amiguito sigue alerta- continuó mientras su mirada se dirigía a su entrepiernas.
Una sonrisa pícara se apoderó de la cara de Alfredo mientras movía la cabeza como si no creyese lo que oía.
-No gracias... mejor ayúdenme a buscar al Miguel.
-Pero hueon- dijo mientras le miraba, - no seai' funa'o. Pero, había percibido el cansancio en su amigo así que continúo. -Ya, vamos a buscar al Miguel y nos tomamos algo entre todos.-le dijo con un tono que trataba de convencerlo de que lo pensara. -Además son las como las 3 de la mañana, no es hora de andar caminando por la calle-. Aunque vivía en un barrio muy tranquilo y donde nunca pasaba nada, lleno de casas antiguas y viejas, que eran habitadas con personas igual de añejas que ellas, descascarándose por fuera, pero llenas de vida dentro de sus paredes, sobre todo aquella.
Al decir eso, Andy miró como queriéndole decir que no era una buena idea, que él tenía intenciones de continuar en lo que estában, que retirara lo dicho porque ya era tiempo de estar solos de una vez por todas.
-Si, puede ser- dijo Alfredo -lo buscamos y le preguntamos si quiere quedarse o irse.
-Ok- dijo. -Yo busco arriba, ustedes busquen acá abajo y en el patio.
Los lugares en donde Miguel podia encontrarse dentro de la casa eran muchos. La casa tenía tres grandes pisos: El tercer piso era un gran ático lleno de polvo que nunca había visitado porque habitaban en él fantasmas que desde pequeño le habían aterrado. En el segundo se encontraban las habitaciones y algunas piezas para invitados, en total cinco, de las que se utilizaban sólo dos, la de su hermana y la de la abuela. Abajo aparte del comedor, la gran sala de estar, la cocina, la despensa, estaba su habitancion, una para empleados que no se utilizaba y una biblioteca, en donde generalmente los visitantes se entretenían mucho puesto que su abuelo, en vida, se había dedicado a recolectar cuanto libro pudo. No sabía cuántos exactamente habían pero eran miles. Para Benjamín la biblioteca siempre había sido un lugar inmenso, desde pequeño, desde que venía en las vacaciones desde el sur a ver a sus abuelos junto a sus padres y su hermana, pasaban semanas completas del verano en esa casa, jugando en el inmenso jardín y escuchando cuentos que el abuelo, muy amablemente, se ofrecía a contar para que el niño dejase tranquila a las señoras haciéndo las cosas que ellas hacían. Su hermana era más tranquila, y participaban juntas en los quehaceres de las tardes de verano. Mientras ellas bordaban y tomaban el té, él se dedicaba a buscar cosas secretas dentro de la casa: los baúles, las puertas, los muebles llenos de cajones, las bodegas, todo era un posible lugar para encontrar tesoros. Como esa casa ya no quedaban muchas en Santiago, y por eso a sus amigos les encantaba venir a visitarlo, cualfuese el motivo, porque aparte de lo que pasaba en ese lugar, la casa era otro integrante de las fiestas.
Buscaba a Miguel, por las puertas del segundo piso y nada, no estaba en los baños de arriba, ni en la habitación de su abuela, ni en ninguna de las otras tres que se encontraban vacias. La idea de que estuviese en la pieza de su hermana no era muy buena puesto que la Andrea la manejaba siempre con llave. Decía que en esa pieza no podía entrar cualquiera en cualquier momento, sólo entraba la gente que era muy especial para ella, y obviamente su hermano no estaba dentro de ellas, puesto que nunca se habían llevado muy bien y menos aún desde que sus padres habían muerto, o personas realmente inteligente.
Se disponía a bajar y ayudar a los chicos a buscar a Miguel cuando escuchó que algo se cae dentro de una de las habitaciones. Paró de inmediato en el pasillo tratando de escuchar si se oia algo más pero sólo lograba escuchar las trompetas de It's oh so quiet y los gritos de Björk a lo lejos. Caminó nuevamente por el pasillo abriéndo cada una de las puertas que habían en él y nada, hasta que lleguó a la puerta de la pieza que debía estar cerrada pero no lo estaba. Abrió la puerta y le encontró.
-Disculpa- le dijo, al verse sorpendido -estaba recorriendo tu casa y esta pieza me llamó mucho la atención-.
Esa habitacion era muy linda, su hermana se había encargado de convertirla en una de las pocas realmente interesantes de toda la casa. Como buena estudiante de Arquitectura maneja muy buenos conceptos acerca del diseño y de las posibilidades que algunas de las casas antiguas que quedan en la cuidad pueden entregar. Tenía una cama como de princesa, con telas que la cubrían, unas ventanas muy grandes que dejaban entrar la luces naturales del día y la noche, una montonera de maquetas y diseños de algunos de su proyectos; en resumen, muchos colores, formas, texturas y sensaciones cubrían la habitación. Más tarde habría de descubrir que la razón de que Miguel se hubiese detenido en aquel lugar era que estaba terminando la carrera de Diseño.
-¿Qué haces aqui?- le preguntó, -La fiesta es abajo, asi que...-
-Lo sé- le interrumpió, -La casa me parece increíble, vivo cerca de acá y paso continuamente por enfrente. Pensaba que solo vivía una señora mayor aquí, más de alguna vez había pensado en pasar a preguntarle si arrendaba piezas.- Mientras decía eso, había terminado de recoger los lápices que torpemente botó junto a un plano.
-Falta el plano- le dijo secamente y se acachó a recogerlo al instante.
-Disculpa nuevamtente, no queriá hacerlo, es que... es la casa y fue esta habitación que me encantó. Al decir eso, encongió los hombros e hizo esa expresión infantil que refleja el "lo siento", con una cara de culpable al mismo tiempo que dice "no lo volveré a hacer". Fue esa expresión la que le hizo observarlo bien. Son esas expresiones de arrepentimiento infantil las que ya no quedaban en su vida. La universidad, lo de convertirse en un adulto, lo de la muerte de sus padres entre otros cambios habían hecho que su vida se obscureciera de un día para otro, en donde no notó los cambios en la gradación de los tonos con su vida anterior. El abrupto cambio del blanco al negro, no dejaba a nadie indiferente, y él no era la excepción.
En ese momento, con esa expresión, su ceño que habría de mantenerse fruncido frente a lo que pasaba se relajó y supo en sus adentros, que esa situación no se volvería a repetir.
-Ya, relajate, no hay problema. El punto está que esta pieza es de mi hermana y si se da cuenta que no está como la dejó cuando vuelva, el pencazo me llega a mi, y te aseguro que nuestras peleas no son nada agradables- le dijo. En ese momento levantó la cabeza que estaba gacha al igual que un niño cuando recibe un sermón.
-Lo se, la cagué. Disculpame otra vez- le dijo.
-Bajemos mejor, el Alfredo te está buscando porque quiere irse, y quiere saber si te vas con él.- A esas alturas daba lo mismo que Alfredo se fuese sólo o acompañado. No porque existiesen intenciones de su parte sinó que para él, el extraño se había ganado un poco de confianza, a pesar de la situación que lo había encontrado.
Camino hacia donde estaban todos le contó que esta casa era de su abuela y que es la señora que el veía cuando pasaba enfrente. Que él y su hermana habían llegado hace un par de meses a vivir con ella porque su mamá había fallecido de cáncer y que aunque su hermana, se había venido del sur hace tiempo ya, nunca quizo vivir con mi abuela, pero desde lo ocurrido no podrían seguir pagando el departamento que arrendaba y que como Benjamín entraba a la universidad ese año era mejor que los tres viviésemos juntos.
Ella, muy a regañadientes, tuvo que aceptar. La idea le molestaba principalmente por dos razones. Una, que amaba su completa independencia, se había acostumbrado a ella y volver a vivir con la abuela podría ser peor que volver a vivir con los padres, aunque técnicamente eso, ahora, era imposible. Y la otra era que siempre le habría de culpar por la muerte de su padre.
Mientras le contaba un poco del porqué estaba en esa casa, notó que los ojos de Miguel siempre estuvieron prestándole atención. Unos ojos verdes que brillaban con la luz de las lámparas que alumbraban los pasillos y que como pocos, lograban ponerle nervioso. Bajaron la escalera y se dispusimos a buscar a Andy y a Alfredo que quizás seguían buscándolo.
Justo antes de entrar a la sala para ver si estaban por ahí Miguel le toma de la mano impidiendo que entre.
-Espera- le dijo, - Gracias por no pensar mal de mi allá arriba. Alfredo me dijo que eras una persona mil simpática, pero nunca pensé que tanto-. Pensó un momento mientras seguía tomándole de la mano, -si yo hubiese encontrado a un extraño registrando mi casa, mínimo lo hubiera tratado con un poco más de pesades, pero tú, nada... gracias-.
-No hay problema, igual relajado, si me agarro con mi hermana mañana estaré tan cansado que no importará nada.-
-Ahora- continuó, hay que convercer al Alfredo de que no se vayan porque quiero saber que otras cosas te dijo de mi-.
-Descuida, no me quiero ir- agregó él, y un silencio se produjo entre ambos mientras Miguel continuaba con su mano prisionera.
Pasó un momento en que su mano no quería que la de Miguel la soltara, quería ver hacia donde querían conducirla, pero un grito de la Pame permitió que por fin entrara a la sala.
-¿Que hueá está pasando?- preguntó como buen patrón de fundo que era, y alguna vez fue.
-Este hueón me manchó con vino- dijo la Pame apuntando al Alfredo. -El muy pelotudo quería darme un beso y me manchó- continuó.
-Es que es muy saco'e hueas- interrumpió el Andy mientras se sentaba en un sillón con una copa de vino en la mano.
-Esta mina que me dice hueas que me calientan y después no pasa ni una hueá- agregó el Alfredo.
-Vos soy el hueón que te las comprai todas, linda el periodista crédulo que tenemos- dijo la chica mientras apuntaba a Alfredo en plenitud.
-Vamos al baño Ga, acompáñame a limpiar la cagá que dejó este hueón.-
Tomó a Gaia de la mano que hasta ese momento no había tenido una participación muy estelar durante la velada. Andaba rara, quizás se cohibío con su hermanastra muy cerca.
-Lo encontré arriba- dijo el anfitrión, señalando hacia atrás con su pulgar sin darse vuelta mientras se sentaba en el sofá que la Pame había desocupado.
-¿Nos vamos o no?- pregunto Alfredo a Miguel. -Si estay aburrido y querís irte pa' la casa nos vamos- finalizó.
-Acá el que se aburre se va a acostar solito y sin meter mucho boche- dijo Andy con un tono no de los más agradables.
-No te preocupes Alfredo, me quedo- respondió Miguel parado aún cerca de la puerta. -Además vivo super cerca, asi que podría caminar sin problema hasta el departamento.- agregó mientras hacía una pausa y dirigía su mirada hacia mi. - Aparte que arriba hay muchas piezas llenas de sopresa según alcancé a ver.-
-¿Perdón?- interrumpió Andy con un tono más molesto que la frase anterior.-Nada, arriba no ha pasado nada- le dijo.
-Está hueviando- dije como riéndome mientras miraba al Miguel a los ojos.
-Jajajajaja... el hueón yegua- rió Alfredo burlándose descaradamente de nuestro amigo, el comentario había sonado celoso y posesivo, como de esas mujeres que siguien a sus esposos y no lo dejan solo ni para ir al baño.
-Está heviando, ¿cierto?- le preguntó Miguel
-Si, descuida, no pasó nada.- dijo sin sacarle los ojos de encima. -¿Ustedes tiene algo?- lanzó mientras miraba a su captor.
-No, no hay nada- le respondió al instante. -Nada de nada- continuó mientras dirigía su mirada hacia Andy.
-Asi es, nada de nada- continuaba mi amigo especial con un tono hipócrita y con cara de estar planeando algo.
Su cara se le hizo familiar, la primera recepción hacia Miguel habia sido de completo desagrado, pero ahora algo cambiaba en su cara. Tramaba algo, lo sabía. Y podría asegurar que es lo que pasaba en su cabeza era lo mismo que quizás Benjamín ya había pensado.
Sofía se había mantenido al margen de todo lo sucedido en esa pieza desde que habían entrado y solo sabían que su interacción con Alfredo no había sido de las mejores. No existía ni se acordaba de ella, su famélica figura apoyada en uno de los antiguos sofás de la casa no provocaba ninguna reacción. Era como si formase parte del inmueble, como una lámpara de pedestal, de aquellas que alumbran vagamente, especial para estas ocaciones.
-Quiero bailar- dijo de pronto. -Alfredo- continuó mientras extendía su mano. -No- interrumpió Pamela, que con un vestido algo mojado en la zona de sus muslos hacía que se le marcara el contorno de las piernas. -Alfredo bailará conmigo para que lo pueda perdonar por lo que hizo- sentenció.
Renata y Gaia acompañaban a la Pame como dos secuases, cómplices y guardaespaldas. Siempre se habían cubierto las espaldas entre ellas, y se las arreglaban para ponerlos en situaciones poco decorosas para el normal de las personas. Como hablar de ellos como una secta en plena conversación en un café, desmayarse sin motivo aparente para captar su atención o robarse ago desde alguna tiendesilla.
Era un trío de inteligentes y guapas mujeres, jóvenes y delicadas, con aires de misterio, que enloquecerían a cualquier heterosexual, y que incluso podías hacer que Andy cayera en su juego; aunque sin ningún conflicto mayor, ya que éste siempre se prestaba para cualquier andanza de ese orden.
-Cambiemos la música- dijo Alfredo.
-Ahi en el equipo hay varios discos con mp3, sólo pon Play y luego Shuffle- dijo el dueño de casa.
Así lo hizo, el equipo se encendió y comenzó a sonar. Sour Time de Portishead fue el tema seleccionado. Mientras Beth Gibbons cantaba ácidamente la Pame se acercaba sexualmente a su ex amante. Alfredo la tomo de la cintura y comenzaron a contorcionarse. Sofía levantó su delgado cuerpo y hizo que Benjamín se levantase. Así lo hizo Ga con su mejor amigo mientras Renata miraba al Miguel esperando la aprobación. Miguel nos miraba, no parecíamos simples amigos, se notaba que escondíamos más de algun secreto. Más que amigos, éramos cómplices. Caminó hacia el otro lado de la sala, como queriéndonos ver desde otro ángulo. Tomó una de las copas semivacias que quedaban cerca de los sillones y se la dirigió a la boca, terminando de beber lo que alguno de mis amigos había dejado; hizo lo mismo con dos o tres copas más y se acercó al epicentro.
La solitaria Renata no se había hecho esperar, y frente a la nula invitacion a bailar se incorporó solitaria a la pista. Tomó a Ga por la cintura y junto al Andy se movían como un solo cuerpo. Los tres estaban incorporados.
Cambió el track y nuevamente sonó Björk con Enjoy. Todos amábamos esa canción, en especial Andy y Benjamín, les gustaba aquella frase que decía: "esto es sexo sin tocarse", muchas veces habían tenido sexo sin tocarse. Sus miradas se penetraban y se sentían por cada parte de sus jóvenes cuerpos. Se deseaban solo con mirarse, se sentían sin la necesidad de tocarse.
Cada vez las parejas y trios se acercaron más y más, hasta parecer sólo una gran masa moviéndose y tocándose. Sentía manos que tocaban cada parte del masculino cuerpo de Benjamín, alto, robusto, mientras de él aprovechaban de tocar a otros.
De pronto, sintío cerca de su oido una respiración, lamen su oreja y en seguida alguien susurra: "esto es sexo sin tocarnos", se dio vuelta con los ojos cerrados y abrió su boca esperando recibir el suave rostro del Andy recién afeitado pero sus labios y su lengua comenzaron a juguetear con un rostro de barba incipiente, de una semana, la misma que él tenía. Abrió los ojos y unos verdes y grandes faroles le estaban mirando. Seguía tocando los cuerpos de sus amigos y ellos seguían tocándose entre sí. Además de una gran sorpesa al saber que Miguel era quien le besaba todo transcurría como siempre en esas reuniones. En ningún momento pensó en alejarse, si el quería que lo besara, lo besaría. Incluso le gustó mucho más el hecho que le haya sorprendido así que más fueron sus deseos de prolongar el momento.
Dejaron de besarse y todo siguió normal entre todos, al parecer nadie se había dado cuenta porque todos estaban preocupados de su propios besos.
De pronto Benjamín siente las manos más conocidas agarrando las suyas. Renata las había tomado y hacía fuerza para que la mirara. Se dio la vuelta, tomó mi cabeza y se dirigió hacia ella. Nunca se habían besado. Era mi mejor amiga y sabía que esa no sería la primera vez. Acercó sus boca a su oido y susurró.
-Cuidate, él no me gusta para ti- al decir esto, como si fuese el último hálito qu le quedaba de vida, se desplomó en sus brazos. El alcohol ya había acabado con ella, la cogió y con sus amiga en sus brazos se dirigió hacia una de las piezas de abajo. -Voy a acostarla- dijo, pero a nadie le interesó.
Renata siempre había sido la chica más retraida del grupo, no gustaba mucho de participar en sus juegos, a pesar de que la Ga siempre había querido tener algo. Su nula participación dentro de las aventuras se debía a que estaba con pareja hace mucho. Y ya había superado su etapa de infidelidades que siempre hay durante los primeros años de una relación. Pero que tampoco nunca son únicas en aquel período, sino que son un peligro siempre presente.
Llegó a la habitación que alguna vez fue ocupada por la sirvienta de esa casa con su amiga a cuestas. Era la que más cerca estaba, en el primer piso, ya que su pieza era de exclusividad para Benjamín. Le costaba mucho poder acostarse en una cama que no fuese la mía. Cuando salía y le tocaba quedarse fuera, era de esas personas que prefiere quedarse despierto a tener que acostarse. Además de que si no podía dormir un par de horas seguidas, no lograba sacar el sueño; y en casas ajenas siempre hay que levantarse muy temprano para no molestar.
Quitó los zapatos a su amiga y desabrochó el sostén para que no le apretase. Tenían la confianza suficiente para que estos menesteres no les incomodaran. La metió a la cama y la tapó para que no pasase frió. Apaguó la luz y cuando se disponía a salir, un cuerpo a apreció desde la obscuridad. Le tomó y le besó.
Lo reconoció de inmediato, su barba picaba y un suave sabor a vino estaba sobre su labio superior. Lo lamió con exquisito placer y comenzaron a tocarse. La sopresa de aquel encuentro cargaba a sus cuerpos de una sensación aún más exitante. Los juegos de pasillo con Andy quedaban reducidos a simples niñerías si se compararan con lo que Miguel y él hacían en ese instante. Se notaba que tenía experiencia, sus 27 años se hacían presentes. Aunque Benjamín a sus cortos 19 años no lo hacía nada de mal. Le tenía completamente exitado. Él y el vino provocaban un efecto absolutamente adormecedor. Estaba despierto, exitado y con ganas de que eso no terminara.
-Mi hermana tenía razón- dijo sin mayor sentido aparente.
-¿Que cosa?- dijo él mientras seguían bensándose.
-Nada, olvídalo.- le respondió.
Siguieron besándose y tocándose a dos metros de donde estaba acostada Renata. Había espacio suficiente en la cama para tenderse y de seguro ella no lo notaría. Miguel comenzó a empujarlo hacia ella y mientras Benjamín se dejaba conducir. Sentió la cama atrás de él con sus pantorrillas y cómo Miguel comezaba a cargarse. Se resistió parado al filo de la cama pero la fuerza que Miguel ejercía sobre su cuerpo terminó por vencer y cayó sobre la cama. No estaba programado nada así que al caer quedó sobre las piernas de mi mejor amiga. Ella despertó molesta, y en una estado de sonambulisto absoluto nos miró y dijo:
-Benja, Andy vayan a hueviar a otro lado, porfa... quiero dormir- y apoyó nuevamente la cabeza sobre la almohada.
-Ok, disculpa, ya nos vamos- le dijo tratando de que no se diera cuenta de que no era Andy quien estaba sobre él y sobre su pierna.
Se pararon rápida y silenciosamente para no molestarla otra vez, y salieron de la habitación. El pasillo se había convertido en pista para su baile. Sentía como Miguel desabrochaba la serie de botones que tenía su pantalón y como trataba de meter sus manos dentro de sus boxer de algodón.
De pronto sentió que alguien los miraba.
-¿Dónde hay más vino? - preguntó Sofía al darse cuenta que notaron su presencia.
-En la cocina. ¿Dónde más?- le respondió.
-Es que no los encuentro- dijo.
-Tengo unos en mi pieza, espera que te los traigo- se separó de Miguel y sujeto sus pantalones para que no se cayesen. Se dirigí hacia su habitación que estaba al otro lado de la casa mientras Sofía y Miguel venían detrás. Entró y tomó dos de las varias botellas que tenía dentro del closet y se las pasó a Sofia.
-Linda habitación- dijo la chica.
-Gracias- respondió mientras la invitaba a salir de ella.
Entendió el mensaje y salió. Miguel iba tras ella y cuando vió que salió, cerro la puerta y lo miró.
-Si, linda. Como que tiene algo especial, se nota que eres completamente diferente a tu hermana- dijo al mismo tiempo que miraba a su alrededor.-Lo sé- le dijo. -Es mía, sólo me rodeo de cosas especiales.- sentenció.
En efectivo, esa pieza era especial, diferente a todas las del segundo piso, puesto que no era una habitación. Era una pequeña sala de estar, en donde solía pasar las tardes cuando venía de pequeño, sus juguetes estaban ahí, quizás para que no estuviesen repartidos por otros sectores de la casa. Tenía vista hacia el patio y una chimenea, lo que le encantaba. Cuando llegó difinitivamente a vivir con su abuela, ella les dejó elegir habitaciones y Benjamín elegió esta sala de estar. Tomó uno de los colchones de las piezas de arriba y un gran closet de tres cuerpo y comenzó a redecorar. Dejó solo lo que le gustaba. Unas fotos sobre la chimenea y el papel mural descascarado. Su equipo de sonido, el Pc, los libros y sus discos hacían del ambiente un lugar de encuentro las historias de su abuelo y sus andanzas sexuales de hoy.
Amaba esa habitación porque quedaba lejos de todo, por lo que tenía completa independencia de todos los otros sectores de la casa. Podía fumar lo que quisiera e invitar a quien quisiese a casa y llevarlo hasta allí sin que nadie se enterara que estaba ahi.
Una sonrisa picara apareció en la cara de su nuevo compañero. Una mirada y una intención se poderó de su rostro he hizo que se acordara de Andy. Eran parecidos, algo perversos y tenían esa fineza en elegir el lenguaje y los tonos de decirlo, que sólo las personas inteligentes son capaces de manejar. Eran sutiles y a la vez violentos. Intrigantes y a la vez muy claros.
Se acercó y le besó. Suavemente. El cuerpo jóven amante se erizó. De inmediato bajó las manos y desabrochó el único botón que habia alcanzado a enganchar camino a su habitación. De un tirón hizo que su pantalón estuviese en el suelo, amarrando sus tobillos, como un prisionero y sus biolas de acero. Benjamín besó su cuello mientras le desabrochaba la camisa que llevaba puesta. Miguel tenía el pecho con algo de vello, como le gustaba. Se tocaban mientras seguían desnudándose.
Parado frente a él estaba Benjamín completamente exitado y varias partes de su cuerpo hacían gala de ello. Él lo sabía por lo que bajaba entre los vellos de su pecho y abdomen, y jugaba con su lengua dentro del cosquilloso ombligo des joven amante seducido.
En el salón, sus amigos bebían el vino como pequeños dioses paganos. Se traspasaban el líquido entre sus bocas mientras la sexy "Life in Mono" aumentaba aún más su exitación. Ellos terminarían acostados en una de las habitaciones desocupadas del segundo piso mientras que Benjamín junto a Miguel tendidos sobre su cama.....
-Benjamín Fuentes Alcalá- dijo la enfermera.
-Aquí estoy- señaló mientras se paraba y su mente regresaba a su cuerpo.
-El doctor lo espera, acompáñeme- terminó, dió la media vuelta y se alejó.
Se dirigió hacia la oficina del Doctor. Mientras que en su cabeza lo único que esperaba era tener una respuesta negativa. No era menor el tema que me traía a aquel lugar. Miguel aparecía en su cabeza y el miedo se apoderaba de su corazón. Su futuro, sus amigos, su escasa familia.
No podría perdonarse el hecho de que alguien le convenciera a tener sexo sin cuidarse. Aunque no había sido la única vez que lo había hecho desde aquella vez. Entre los apuros, las oportunidades y la calentura, los seres humanos nos transformamos en animales idiotas e irracionales. Incapaces de preveer las consecuencias, pensaba.
-Adelante- dijo la enfermera que le acompañaba.
-Gracias- respondió-¿Benjamín Fuentes Alcalá?- preguntó el doctor.
-Si, soy yo- agregó.-Asiento- continuó.
Se sentó en un comodo asiento para ser un hospital, como que invitaba a que se relajase, sin embargo, por dentro estaba ansioso y completamente nervioso. Pensaba: osea, si igual me cuido. Miguel. Si fue sólo esa noche. Miguel. Como tan mala suerte. Miguel. No, debe estar todo bien. Miguel.
Apretaba sus manos sudorosas.
-Tengo los resultados del exámen- dijo el doctor de repente, pero no pudo alejarle de sus pensamientos.
No respondió.
-Vienes por lo de tu exámen- reiteró más fuerte logrando sacarlo de su estado.-Eee, si, por eso vengo- le dijo.
-¿Estás preocupado?- preguntó.
-Si, mucho -respondió
-¿Porqué?- continuó.
-Es que... tuve una relación hace un par de meses, no me preocupé en ese momento, pero hace poco supe que él es, bueno, era positivo- dijo mientras agachaba la cabeza.
No le importó que el doctor supiera que había tenido prácticas homosexuales, esperó que como doctor, aceptara aquellas decisiones. Afortunadamente su cara se mantuvo sin ninguna reacción.
-Bueno, sabes que sólo basta una relación con alguien contagiado para poder infectarse- sentenció.
-Si, doctor, lo sé, por eso estoy aquí.- le dijo.
-Bueno, veamos que tiene este sobre- dijo mirándole a los ojos como con apoyo y deseándole los mejores resultados.
Abrió el sobre y comenzó a leer en silencio. De pronto dejó el sobre en la mesa y le miró.